Cartas de Lectores | “El homenaje que se olvidó de los trabajadores”

El 1° de mayo me tocó portar la bandera nacional en el acto oficial por el Día del Trabajador. Fui con el orgullo que implica llevar un símbolo que nos representa a todos, más allá de ideologías. Fui a rendir homenaje a los trabajadores, sabiendo de antemano que ese acto, como tantos otros en los últimos años, estaría teñido por el discurso partidario del oficialismo local. Y, sin embargo, fui. Porque sigo creyendo que la bandera está por encima de cualquier espacio político.
Lo que encontré fue otra cosa: un acto más preocupado por acusar al Gobierno Nacional que por reconocer a quienes, con dignidad y esfuerzo, sostienen esta ciudad todos los días. Bajo consignas de “unidad y lucha”, se organizó un evento excluyente, sin espacio para el trabajador que piensa distinto ni para el que descree de los sindicatos.
Uno de los discursos que más me llamó la atención fue el del Secretario de SUTEBA. Denunció un país sin paritarias, con despidos masivos y trabajadores desamparados. Pero los datos cuentan otra historia: las paritarias están en curso – algunas incluso se reabrieron por pedido de los gremios -, el empleo formal mostró un crecimiento en lo que va del año y el desempleo bajó levemente respecto al período anterior. No se trata de negar la realidad, sino de evitar que el diagnóstico se convierta en un acto más de militancia que de verdad.
Sorprende, además, el silencio que estos mismos referentes mantuvieron cuando la pobreza tocaba el 45%, la inflación superaba el 100% y los salarios reales caían en picada. ¿No eran los trabajadores dignos de defensa también entonces? Hoy, quienes callaron en aquel momento, alzan la voz con una vehemencia selectiva. Y eso no es defensa del trabajador: es oportunismo político.
Incluso el propio intendente intentó disimular el sesgo del acto afirmando que “no hay una cuestión partidaria”, sino que solo se trataba de “cuestiones políticas ideológicas”. Pero cuando se usa la estructura del Estado para amplificar una sola mirada y silenciar las demás, la diferencia entre ideología y partidismo se vuelve prácticamente nula.
La idea de que “ningún trabajador consolida logros desde la individualidad” fue repetida como un mantra a lo largo de la glosa. Pero lo colectivo no exige unanimidad. Su valor nace del respeto a la pluralidad. Cuando se impone como dogma, deja de ser organización y se convierte en disciplinamiento. ¿De qué sirve la unidad si se aplasta al disidente?
El poder sindical y gremialista en nuestro país ha estado históricamente más ligado a intereses politicos que a la defensa real de los trabajadores. Han perdurado más por sus vínculos ideológicos que por su legitimidad social. No es casualidad que cada vez más personas dejen de sentirse representadas por ellos, y que hoy existan herramientas digitales como las impulsadas por ARCA para que cada trabajador pueda decidir libremente si desea seguir afiliado.
A los jóvenes no nos aleja solo el contenido del discurso, sino la hipocresía con que se elige darlo. Alzan la voz cuando el poder les resulta ajeno, pero guardan silencio cuando les resulta cómodo. Esa doble vara ya no engaña a nadie, la vemos y no nos representa.
Mientras hablaban de “resistencia y conquistas”, se olvidaron de quienes de verdad sostienen esta ciudad: las trabajadoras municipales que barren las calles a pesar del clima, los docentes que no hacen paro y siguen apostando por la educación, los empleados de comercio que abren sus puertas cada día; los bomberos, la policía, personal de salud, las amas de casa que sostienen hogares enteros sin horarios ni descanso. Incluso aquellos que piensan distinto a mí, pero trabajan con responsabilidad y compromiso. A todos ellos, feliz Día del Trabajador.
por Elisa Dammig Iglesias