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Social | Egidio Laiolo: Se retiró tras 70 años entre los relojes…

Nota realizada por Fede Castro

Redactada por José Cantero

para Laprida Noticias

 

El 31 de enero fue el último día que Egidio Laiolo se sentó “oficialmente como relojero”, en su lugar de siempre. Allí tras el vidrio donde tantas veces lo vimos en nuestra visita a la Joyería y Relojería Laiolo. A veces contaba con la colaboración su madre en la atención comercial, otras veces de su esposa Susana, pero siempre los relojes, pasaban por sus manos y por su mesa.

Amigo lector, Egidio no fue un relojero “convencional” ni por su forma de aprender (que lo pudo ser) ni por su tiempo como relojero… no todos permanecen ese tiempo en una profesión. Claro, no fue profesional a los 8 años, pero comenzó a formarse como tal. Y lo hizo de la mano de quien no solo le heredó el apellido, sino también la profesión.

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Federico Castro lo visitó en su “ex lugar de trabajo” y le hizo una nota que, por tener mucha historia, quien se encargó de la redacción se negó a quitar palabras repetidas, para que el lector se imagine la charla.

Su comienzo…

¿70 años de relojero o 70 años abriendo los relojes? Poco menos que toda tu vida…

Sí, son 70 años, o sea, con mi edad no parecería posible, pero lo que pasa es que yo empecé prácticamente con mi papá en el oficio, o sea, él estudiaba en la Escuela Suiza de Relojería, trabajaba en casa y yo, de curioso, estaba encima.

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¿Escuela Suiza de Relojería? ¿Dónde era?

No, era de Buenos Aires, pero el curso era por correo, en esa época había muchos cursos por correo, mecánica, electricidad, radio, era la forma que había de llegar a tener un oficio. Y era a distancia del curso

¿Dónde tomaba el curso tu papá?

No, era por correo, se recibía en la casa, en Bahía Blanca.

¿O sea, los Laiolo son de Bahía Blanca?

De Bahía Blanca, claro.

¿Y qué edad tenías cuando tu papá comenzó? Y ahí dijiste: yo quiero ayudar, yo quiero ver…

Y ocho años, tenía. Ahora tengo 79, por eso más o menos da esa cantidad de años, 70 años.

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¿Y cómo fue, te interesó enseguida meterte en el mundo de los relojes?

Sí, recuerdo que así fue

¿Qué hacías?

Lo primero que hice fue empezar a lavar piezas. Como todo aprendiz de mecánico. La relojería es una rama de la mecánica, ahora no. En su momento, el lema de la escuela Suiza de Relojería era: la relojería es la élite de la mecánica, porque se considera una mecánica más, de más precisión, de otro tipo de trabajo, pero son todos elementos mecánicos, ruedas, engranajes, etc.

Egidio, tu papá ¿por qué eligió relojería? ¿Qué fue lo que le gustó?

Era la más cotizada en ese momento, era la más importante.

¿Había demanda en Bahía?

Sí, sí, era importante.

De bahiense a Lapridense

¿A qué edad te viniste para Laprida?

Yo tenía 10 años cuando nos trasladamos a Laprida.

O sea que enseguida tu papá abrió otra relojería acá…

Claro, así fue.

¿En este mismo lugar donde estamos fue la primera relojería?

No, no. Primero, por Avenida Pereira por donde había una veterinaria… No me acuerdo bien. Y por ahí tuvimos muy poco tiempo. Después nos vinimos más acá por donde era una librería, antiguamente al lado de la recordada Casa Valoni.

Y en el 70 nos trasladamos acá. Esto era el Centro Recreativo viejo. Era un edificio muy antiguo que se demolió totalmente. Y en esa época, cuando nosotros llegamos a Laprida ya estaba en construcción el actual Centro Recreativo. Cuando se terminó, quedó libre esto que era Julio Arnaude. Lo compramos en ese momento y se hizo solamente la planta baja. Después, cuando nos casamos, nosotros hicimos la parte de esta casa.

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¿Dónde se ubicaron primero? ¿Por donde estaba la veterinaria de Berardi?

Claro, por ahí. Para las personas de más edad, era pegado a lo que se llamaba panorama publicitario. Que era la red de difusión que había en Laprida. Por altavoces, por cable y altavoces. Tenía una programación diaria, programas deportivos.

¿Qué año, más o menos? ¿70?

No, quizás menos. Fin de la década del 50, principio del 60. Hasta que empezaron a aparecer los otros temas de difusión local. Pero eso era con altoparlantes. La mayor cantidad de altoparlantes estaba acá, en el centro.

¿Cómo era, Egidio, la competencia cuando llegaste? ¿Había alguien más que se dedicara a lo que era relojería?

No, cuando llegamos nosotros no. Después no me acuerdo bien. Pico Pesado empezó por esa época también. Lo tenía a Jorge Mormando de empleado. Ahí aprendió Jorge y abrió después su relojería. Y fuimos los tres relojeros que hubo en Laprida, digamos. Pesado, Mormando y Laiolo.

¿Qué pasa acá con el local? Porque seguimos viendo el local abierto.

Hace unos años le vendimos a María Alonso la parte de relojería.

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Hay gente que todavía lo sigue vinculando a la Relojería Laiolo…

Es que me pidieron el nombre para seguir con el negocio. No había problema. Yo los autoricé.

¿Y vos hasta hace unos días estabas trabajando ahí?

Claro, desde el principio, sí.

Y dijiste, ya está, hasta acá nomás. ¿El lunes fue el último día allá?

Sí. El 31 de enero fue el último día.

Después de trabajar el sábado. ¿Qué pensaste?

Quería ser un poco dueño de mi tiempo. Nunca había podido serlo. Entonces, poder disponer un poco de tiempo. Y ya por la edad también. Tenía que empezar a pensar en lo que yo quería hacer, lo que pensaba hacer, en fin.

¿Costó un poco tomar la decisión después de 70 años de esa pasión?

Sí. Costar costó. Pero una vez tomada la decisión, después me olvidé del tema.

Egidio, Entre los primeros relojes que abriste y los últimos, ¿se nota la evolución?

Totalmente. Yo empecé como empiezan todos los chicos en los talleres. Primero lavando piezas, después desarmando despertadores, después desarmando, limpiando y armando. Después trabajaba con los relojes de bolsillo y ya después, hacía todo el trabajo.

Fue evolucionando lentamente de esa manera. Hasta el momento en que apareció el reloj a pila. Sus primeras versiones, que no eran como los actuales relojes a cuarzo que usamos. La diferencia, por suerte, yo como hobby ya tenía la electrónica. Con un amigo, armábamos equipitos, cosas así.

No te costó tanto adaptarte…

No me costó adaptarme a la electrónica de los relojes. Por ejemplo, los relojes de aguja tienen una parte que es un circuito integrado, como cualquier aparato electrónico, pero tiene una parte que es mecánica, la que comanda las agujas. Entonces esa parte se sigue haciendo con la misma técnica de la relojería de la época de los relojes mecánicos.

¿Qué es lo más loco que te pasó en estos 70 años abriendo relojes?

Fue una anécdota. Una persona muy respetable, muy conocida en Laprida me trajo un despertador que se lo había regalado el hijo. Se lo había traído de un lugar que había viajado. Los despertadores a pila mecánico, lo mismo que los de pulsera, de aguja, tienen un pequeño rotor que es un imán permanente, que sería como la bobina de un motor eléctrico o de un burro de arranque, digamos. Nada más que es un imán permanente.

Lo desarmé y cuando lo voy a armar y no tenía esa piecita. Claro, cuando vino este señor le tuve que explicar. No tenía otra explicación que la verdad. Bueno, me dijo, está bien. Yo te doy una semana de tiempo, pero quiero el reloj andando. Vengo dentro de una semana y quiero el reloj andando.

Para colmo un mecanismo que no era común de la relojería que se vendía en ese momento acá, imposible conseguir el repuesto. Es un pequeño imán, pero muy potente. Bueno, a mitad de semana había una cena y no tenía ganas de ir, realmente estaba muy preocupado. Y bueno, digo, voy porque si no me va a empezar a agarrar la angustia. Y ya sabía que le tenía que decir que no tiene solución. O sea, milagros no podía ser.

Bueno, me siento a comer, saco el cuchillo de la vaina, un cuchillito chiquito y veo ese imán pegado en la hoja del cuchillo. Ah, mira, seguramente yo he usado el cuchillo para cortar una malla o algo y se pegó ahí, no me di cuenta, lo guardé en la vaina.

Así que bueno, vine, lo armé, anduvo todo perfecto.

¡Zafaste, campeón!

Claro, pero realmente estaba muy preocupado porque sabía que se me iba a enojar mal.

Pero fuiste a la cena y trajiste la solución de la cena.

Sí, sí. Les conté, por supuesto, ahí todo lo que me había pasado. Me tenía que desahogar.

Egidio, ya para ir cerrando la nota, ¿qué mensaje le darías a los pibes que por ahí hoy no están convencidos de comenzar relojería o hacer un curso de relojería?

Lo que pasa Fene es que los relojeros, yo digo, son una especie en vía de extinción. Cada vez quedan menos relojes mecánicos, que era donde realmente se hacía relojería. Con el reloj de cuarzo, se hace relojería, pero de otro tipo, digamos. Más de armar y desarmar, nada más. Entonces eso ya no es del todo rentable. Y eso es lo que desanima a los chicos.

Por ahí hoy en día es más común decir lo tiro y compro otro…

Sí, las relojerías todas tienen un relojero que les soluciona el problema. Pero relojeros nuevos es difícil. Bueno, no quiero adelantarlo, pero acá en la relojería yo había preparado una persona para que haga el trabajo.

Vos te retiraste, pero preparaste una persona…

Claro, claro.

Buenísimo, bien. Egidio, muchas gracias. ¿Querés compartir algo?

No Fene, simplemente el agradecimiento por tantos años a la gente. Fueron muchos años de recibir la confianza de la gente. Porque yo me pongo en el papel del cliente, bueno, cualquier reloj uno va y lo deja. En esa época había relojes de mucho valor. Relojes de oro, relojes de marca, que ya no se comercializan prácticamente. Y bueno, que te lo dejen para reparar era una muestra de confianza. Yo siempre traté de cumplir con los plazos que daba. A veces se podía alargar unos días más o eso, pero siempre traté de cumplir, de no hacer esperar al cliente. Más vale le daba más días de plazo. Y yo creo que eso es lo más importante.

Imagínate que, en plena época del trabajo fuerte del relojero, yo había puesto a punto un sistema, me había confeccionado una canasta para la máquina de lavar relojes, donde desarmaba seis relojes simultáneamente, iban en cada canasta, y después había que armarlos de nuevo. Era para lograr más rapidez en el proceso, porque realmente había muchísimo trabajo. En esa época se trabajaba un montón de horas diarias, todos los días, y si te ibas de vacaciones, cuando venías los tenías esperando a los clientes, con lo cual se te aumentaba el trabajo después de las vacaciones, ¿no?

Así que ya te digo, el agradecimiento mío es con la gente, que confió tanto tiempo, tanto en el comercio como en el taller.

Gracias por abrirnos la puerta y gracias por todo el tiempo que te dedicaste a reparar relojes de los vecinos de Laprida. Muchas gracias.

 

 

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